Traducción Bestiarium III

16 de juliol 2005

Las horas y los perros

Perros ladrando. Pablo SiebelOscurece. A los perros del solar de enfrente hoy les ha dado por ladrar. Yo observo la calle desde mi balcón mientras los perros ladran sin descanso, a veces al unísono y otras veces alternándose. No parecen ladrar contra nada, solo ladran porque sí. Cuando se iluminan las farolas enciendo un cigarrillo y los perros me descubren, pero rápidamente dirijen sus lamentos hacia un niño en bicicleta que pasa por la acera.

De una de las casas de enfrente aparece un vecino que mira a ambos lados de la calle desde su portal y luego les lanza una piedra. Falla el tiro, pero uno de los canes se acerca al proyectil y empieza a olisquearlo, mientras el otro sigue aullando ajeno al peligro. Una segunda piedra lanzada con saña casi le da, pero la esquiva habilmente sin dejar de ladrar. El vecino se retira a su casa levantado el brazo con la palma extendida y mascullando palabras que no entiendo.

Al poco rato aparece la vecina del primero. Mira a los perros y les susurra "ssssst, no gritéis tanto". Se queda ahí unos segundos, o tal vez unos minutos, hasta que se da la vuelta lentamente arrastrando las zapatillas y vuelve a entrar en su casa, cerrando la puerta del balcón tras de sí mientras se sujeta la bata con una mano. Los perros siguen con su charla.

Y a mi, que no tengo nada mejor que hacer, me ha dado por pensar en mis vecinos. Me imagino al señor de la casa de al lado, sentado en el sofá con los puños cerrados con fuerza. Mira de reojo de vez en cuando a su jardín buscando más piedras, sube el volumen de la tele, cierra las ventanas, intenta recordar si hay en casa algún veneno, grita algo a su mujer, maldice... casi creo que lo estoy oyendo entre el ruido de los coches y los ladridos.

La vecina del primero estará sentada en su mecedora, con las zapatillas a medio quitar y la bata desabrochada. Vive sola, así que habrá tomado una cena frugal y ahora mirará un rato la tele sin importarle demasiado nada de lo que vea. Le está entrando sueño, como cada día a esta hora apacible, y los ladridos ya son solo un murmullo lejano y monótono que acompaña el leve chirriar de la mecedora.

Ya ha oscurecido. No hay luna en el cielo y a los perros les ha dado por irse a dormir.

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